lunes, 17 de febrero de 2014

El hombre que NO quiero ser

Por Bernardo Ponce Asin


No quiero ser…
  • el charlatán que divulga a viento y marea las relaciones pasadas, como si de trofeos se trataran… prefiero guardar el afecto que mis ex parejas me han confiado a lo largo de mi vida, y verlas como un universo de enormes lecciones y aprendizajes.
  • el mentiroso que se engaña a si mismo pensando que teniendo muchas mujeres es más hombre.
  • el canchero que piensa que un escote o una minifalda le da derecho a despachar piropos, tragos o a meter mis manos donde no tengo permiso de hacerlo.
  • el patán que ante la mínima desavenencia se va a los puñetazos, como si los hombres no hubiésemos desarrollado la capacidad de hablar y razonar para resolver nuestras diferencias.
  • la roca insensible, incapaz de conmoverse y llorar ante el dolor humano, porque llorar no nos hace, ni nunca nos ha hecho más débiles.
  • el hipócrita que dice aceptar tener amigos homosexuales, y que entre cuates se jacta y cuenta chistes homofóbicos, o que siente amenazada su masculinidad por tener cercanía con gays. 
  • el metiche que cuchichea de pasillo en pasillo sobre el trasero o senos de las colegas mujeres… prefiero respetarlas valorando su capacidad, talento y potencial para el trabajo.
  • el jefe, gerente, director o lo que se llame, que cree que su posición le da el derecho a acosar a las mujeres en la oficina.
  • el marido que cree que un papel firmado le da derecho a tener el control sobre la vida, la privacidad, el cuerpo y la sexualidad de la esposa.
  • el patrón jefe del hogar que necesita sentarse en la cabecera de la mesa y ejercer violencia verbal y gritos hacia la familia para sentir que 'ese es su lugar en la casa'.
  • el inútil que necesita que le sirvan el desayuno, el almuerzo o la cena… prefiero sentirme perfectamente a gusto en la cocina preparando algo delicioso para mi, mi pareja o mis hijos.
  • el prepotente que llega después del trabajo bocineando frente a la casa para que le abran la puerta, faltando el respeto no sólo a la propia familia sino a todo el barrio.
  • el padre que grita a los hijos hombres que “llorar es cosa de mujeres o de maricones”, garantizando así una nueva generación que naturaliza la discriminación, el odio y la violencia.
  • el padre que se deslinda cobardemente de responsabilidades, dejando en manos de la pareja toda la enorme tarea de educar y cuidar a los hijos.

No quiero pasar mi vida creyendo que mi fuerza física me da privilegios y derechos sobre las mujeres… prefiero dedicarme a construir relaciones de mutuo respeto con y hacia ellas.

…y no digo que soy perfecto o que nunca me haya visto reflejado en estas actitudes, pero intentó reflexionar sobre mi condición de haber nacido hombre y de haber actuado equivocadamente en función a ello a lo largo de mi vida…

Y si eres hombre y te has dado por aludido al leer estas líneas, no te preocupes, más bien, podría ser una buena señal, porque después de todo, ninguno, absolutamente ninguno de los ‘no quiero’ que acabas de leer, te hace menos hombre.