lunes, 26 de junio de 2017

Nos separamos, pero si te veo con otro te mato y lo mato



Una radiografía del ex enamorado compulsivo, irracional y violento


A lo largo de mi vida he tenido -más de lo que hubiese querido- que lidiar con la clásica situación de comenzar a salir con una nueva pareja y de entrada recibir las amenazas del ex chico, quien por el simple hecho de enterarse que su ex está comenzando una nueva relación, asume por defecto que aún tiene el derecho de controlarla posesivamente, como si se tratara de su propiedad perpetua.

He vivido en carne propia estas situaciones al menos cinco veces, el caso más patético se dio cuando estaba en la universidad, salí un fin de semana con una chica que me gustaba muchísimo, el ex apareció en el boliche y fue inevitable que se produzca la pelea a puñetazos. No importaba si era yo o cualquier otro X, el único propósito es agredir a quien atente amenazar su propiedad, su territorio. Es tan penoso constatar en talleres de masculinidades, que la mayoría de los hombres hemos pasado en algún punto de nuestras vidas por escenas de violencia entre hombres, cosa que nunca debiera ser justificable.

Detrás de esta enferma conducta subyace un complejo problema de masculinidad tradicional que se expresa en varios síntomas: por un lado queda claro que a este tipo de sujeto posesivo nunca le enseñaron que las mujeres son personas libres con plenos derechos de decidir el momento que una relación termina y que NADA justifica amenazar o agredir, ni antes, ni durante ni después de la relación. Por otro lado, este arquetipo de macho compulsivo jamás aprendió a lidiar con la frustración y jamás se enteró que el duelo y depresión posterior al rompimiento de pareja no se resuelve a puñetazos. Como bien se sabe, la agresión solo puede generar más agresión, profundizando los conflictos inter personales y emocionales.

Este es el típico modelo de primate retrógrado y subnormal que toda mujer puede identificar fácilmente por: el control de tu manera de vestir para salir; la revisión de tu celular, de tus contactos y redes sociales; los celos obsesivos sobre tus amistades y ex parejas, los chistes sexistas/homofóbicos, o la distribución inequitativa de derechos (él puede salir a bolichear, ella no).

Detrás de estos síntomas hay una naturalización de la violencia de niveles muy preocupantes, estamos ante la figura de hombres (tristemente la mayoría) absolutamente incapaces de hacerse cargo de sus emociones y actitudes, que prefieren el camino cómodo de ser pobres víctimas, de pensar que "todas mis desgracias se deben al mundo cruel que confabula contra mí", y así, nos volvemos incapaces de racionalizar y resolver una situación de manera concertada y con la debida calma.

En situaciones de rompimiento amoroso es fundamental que los hombres aprendamos, primero, a dialogar con nosotros mismos, auto analizarnos, encontrar dónde nos equivocamos para evitar volver a cometer los mismos errores, y además tomar conciencia de si hemos actuado de forma agresiva y violenta. Pero nada de eso es posible si nos educan bajo un paraguas de privilegios patriarcales, que justifica desde los celos hasta el ejercicio de la violencia.

Estas actitudes tan dañinas requieren tratamiento profesional urgente porque no se resuelven por el azar del destino (salvo rarísimas excepciones). No es casual que cuanto más machista el entorno en el que nos hemos educado, menos capacidad tenemos los hombres de auto analizarnos y actuar responsablemente.

Lo valiente no es irse a los puñetazos, lo valiente es atrevernos a salir de este esquema de actitudes y prácticas primitivas, irracionales, cobardes, egoístas y agresivas; es urgente aprender a aceptar que cuando una mujer nos termina, lo que corresponde es distanciarnos con dignidad y dejar que quien hemos amado rehaga su vida y encuentre el equilibrio y la felicidad que no estaba encontrando con nosotros. Qué lejos estamos de comprender que amar de verdad a alguien, es ser feliz en la medida en la que esa persona es feliz, así no sea con nosotros a su lado. Pero no, estamos a años luz de abrazar nuestros sentimientos y afectos de esa manera, estamos enfermos de aberrantes actitudes controladoras y posesivas que derivan en prácticas violentas; estamos en resumidas cuentas, en un estado primitivo de manejo emocional en pleno siglo XXI.

En un mundo en el que más del 80% de los asesinatos se cometen a manos de hombres, nos enfrentamos cotidianamente a un problema muy complejo y profundo que requiere acciones inmediatas. Empecemos por educar a nuestros hijos hombres reflexionando junto a ellos sobre los estímulos machistas y misóginos que reciben a diario de su entorno social. Apostemos por los niños, pues está claro que nuestra generación ya está demasiado dañada y extraviada como para pretender cambios significativos.


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